


El himno nos conecta desde la emoción con lo colectivo, lo social y la idea de nación como ninguna otra cosa; cuando se entona somos uno y somos parte. Entonces, al convertirlo en materia moldeable -por así decirlo- e invitar a darle nuevas formas se crea un espacio para imaginar, conversar y recapitular sobre lo que somos como ciudadanos y la posición y la postura ante ello.
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El constante reto en esta obra es combinar de manera equilibrada mi intención como artista (la función), la estética y la ética y por su puesto dejar espacio para las poéticas de los otros.
¿Para qué?
Esta plataforma funciona como un laboratorio a escala micro de la construcción del imaginario de nación a través de un símbolo patrio.
En ella, con la autoridad que asumo desde el arte, abro la puerta para que las personas en conjunto propongan una nueva letra para nuestro himno y lo entonen (por ley dos veces cada día). Abro este espacio convencida del poder del lenguaje en la construcción de realidades, personales y en común.
Desde mi punto de vista si seguimos cultivando en surcos de dolores seguiremos cosechando penas.
¿Cómo?
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¿Qué?
Es un llamado a la acción con la excusa de RE-COMPONER los himnos
El evento se vuelve aún más interesante cuando se entretejen críticas, sátiras, quejas, aspiraciones y alabanzas y la evolución de la pared empieza a ser a la vez testigo y ejemplo de cómo articulamos y reaccionamos a una realidad en plena ebullición.
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¿Quién?
Es un espacio donde cada persona puede participar y pasar por los tres estados: espectador, actor y co-autor. Ello mientras que el artista se convierte en responsable únicamente de la documentación del suceso.